Hablar de Ludwig Wittgenstein es complicado, y hablar de Joyce es complicado también. Hablar de los dos personajes es una tarea casi imposible, pero no por eso no ha de hacerse.
Wittgenstein ese del Tractatus y sus demonios y escaleras, y con el que podemos llegar hasta su libro “Sobre la Certeza” donde nos muestra una novedosa visión sobre la epistemología y el problema del escepticismo, no habla entre ambos de la estetica; y el Joyce que va desde los Dublineses hasta el Finnengans Wake incompresible novela vanguardista, evolucionaron casi en el mismo mundo. Y avanzaron en su obra volviéndose más compleja y más intrigante a la vez, inescrutable, incompresible, pero sumamente deliciosa para el análisis, la generación de nuevos pensamientos.
Uno de los escritores más importantes de la historia de la literatura inglesa y universal ha sido sin duda alguna James Joyce. Joyce trata de construir en todas su obras un inmenso tratado de arte, ciencia, humanidades, en fin en su obra se observa una poética que trata de establecer sus propias corrientes vanguardistas.
Como lo menciona Umberto
Muchos artistas han escrito notas de poética, descripciones de su trabajo operativo, enteros ensayos de estética. Nadie como Joyce ha hecho hablar tanto de poética y de estética a sus propios personajes. Legiones de comentadores han discutido las ideas de filosofía del arte que Stephen Dedalus expresa a partir de sus proposiciones tomistas sobre la belleza, y otros muchos han sacado de estas ideas sistematizaciones personales y visiones generales de lo artístico. Y más allá de las afirmaciones de los personajes, en la otra de Joyce, sobre todo en una novela como el Ulysses, los problemas de estructura emergen del contexto con tal violencia que representan un modelo de poética implícita que se afirma en las nervaduras de la obra. El Finnegans Wake, por último, es antes que nada un tratado de poética completo, una definición continua del universo y de la obra como Erzatz del universo. Por eso el lector y el comentador no cesan de sentir la tentación de puntualizar la poética enunciada o sobreentendida por Joyce para aclarar su obra y definir en términos joycianos las soluciones artísticas que Joyce pone en práctica.
¿Se puede hablar entonces de lo bello de un objeto, de la ininteligibilidad y los procesos abstractos que utiliza la razón para obtener belleza a partir de un objeto dado? ¿Es esta la forma de definir la estética? Referirla solo a un objeto físico y sobre el cual establecer todo un marco teórico y de análisis?, o puede ser una “experiencia” personal que nos haga ver las cosas diferentes?, ya nos lo decía Kant, el arte es algo vivencial, el juicio estético es interesante, pero desinteresado. Se puede hacer una análisis estético a partir de libros como el Ulises, o el Finnegans Wake. ¿Como interpreto el arte a partir de esos referentes, puedo entonces solo tratar de establecer un hablar del arte, un metalenguaje al estilo de Wittgenstein, y al mismo tiempo ver la estética como una experiencia personal, como una transformación?, pues ¿con que criterio podemos evaluar un libro como el Finnegans Wake o el Ulysses, o el retrato del artista adolecente, o los dublineses?, o ¿cómo podemos interpretar el uso de las epifanías en la obra joyceana? Es con Wittgenstein que podríamos responder a eso, se inaugura a partir del filosofo vienes un nuevo periodo del pensamiento filosófico al analizar el lenguaje, primeramente supeditado a la lógica como en el periodo del Tractatus, y luego abierto a los juegos del lenguaje en las Investigaciones Filosóficas. Pero, no ha de considerarse que los dos periodos filosóficos de Wittgenstein sean completamente diferentes, por el contrario, existe una continuidad en ambos periodos.
Pero veamos cómo podemos conectar estos dos pensamientos, el del escritor Irlandes y el del filósofo vienes.
Joyce tiene una gran deuda con la filosofía medieval, su obra, puede considerarse como un punto de unión entre el pensamiento medieval tomista y las rupturas provocadas por las vanguardias. Uno de los elementos mas utilizados por Joyce en sus obras son las llamadas epifanías. En la edad media, se consideraba que todo tenia un orden, un cierto modelo aristotélico en donde todo ocupaba una parte única y hacia un todo ordenado con el universo, el arte, la representación que del mundo se hace el hombre se materializan en un objeto determinado, en la producción artística de un objeto, se refleja ese cosmos. Es ese marco de orden, “el que pone a disposición una cadena ilimitada de relaciones entre criaturas y acontecimientos”.
“Las epifanías, mediante las cuales algo se convierte en el símbolo viviente de algo mas, y crea una red continua de referencias. Cualquier persona o acontecimiento constituye una cifra que se refiere a otra. Se genera asi el entramado de alusiones del Ulysses y el sistema de retruécanos del Fnnegans wake. Cada palabra contiene cualquier otra por que el lenguaje es mundo que se refleja a si mismo, es el sueno de la historia narrada, es un libro que puede leer un lector ideal afectado por un ideal insomnio. Si quitamos el Dios trascedente del mundo simbólico medieval, tenemos el mundo de Joyce.”
Así pues, para Joyce:
La epifanía será para Joyce uno de los primeros descubrimientos de su alma de artista, pues el utilizara este concepto como un signo revelador del espíritu capaz de delatar la personalidad de sus protagonistas, convirtiéndola en algo semejante a la manifestación de la luz que les revelo la divinidad de Jesus a los reyes magos, solo que en Joyce esta revelación se transformara para iluminar el significado de lo aparentemente trivial como puede ser una conversación escuchada al azar, una mirada furtiva, un grito en la calle, un olor percibido, inconscientemente, un objeto en apariencia intrascendente, el contacto con un par de manos.
Es como una transmutación alquimista, se tiene un nuevo marco de referencia para ver las cosas, y esto es como menciona Isidoro Reguera:
“..lo que hace Wittgenstein con su filosofía es persuadir. ¿De que? De que se vean o se miren las cosas de un modo diferente, nada mas, y nada menos, por que ese cambio de mentalidad es difícil”.
Ya en el Tractatus lógico philosophicus de Wittgenstein, hallamos una mención a esta vivencia particular de ver las cosas de otra manera en la cita 5.5423 Wittgenstein nos dice lo siguiente:
Percibir un complejo quiere decir percibir que sus partes constitutivas están combinadas entre sí de tal y tal modo. Esto quizás explique que la figura
pueda verse de dos modos como un cubo; y todos los demás fenómenos similares. Pues, en realidad, nosotros vemos dos hechos diferentes. (Si yo me fijo primero en el ángulo a y sólo de pasada en el b, a parece delante y b detrás, y viceversa.)
Esto lo retoma Wittgenstein en las Investigaciones Filosóficas, Wittgenstein hace uso de los términos ver e interpretar. En esta parte de las Investigaciones (XI) expresa lo siguiente:
Dos usos de la palabra ver (sehen). Uno ¿Qué ves allí?, veo esto (a lo cual sigue una descripción, un dibujo, una copia). El otro: veo una semejanza entre dos rostros. Aquel a quien se lo comunico puede ver los rostros tan claramente como yo mismo. … Uno podría dibujar exactamente ambos rostros; el otro, ver en ese dibujo la semejanza que no vio en el primero… Contemplo un rostro, y de repente me percato de su semejanza con otro. Veo que no ha cambiado; y sin embargo lo veo distinto. A esta experiencia la llamo observar un aspecto. Sus causas interesan a los psicólogos. A nosotros nos interesa el concepto y su ubicación en los campos de la experiencia.
Y es esta experiencia la que utiliza Joyce como recurso para sus escritos, sus personajes cambian con el tiempo de una manera vertiginosa, esta fulguración es la que posibilita la Epifanía de la narración en el caso joyceano. La primera de las formas de ver es la mas simple de todas, es una visión simple, solo vemos los primero que se nos viene a la mente. En la segunda, tenemos más análisis en la interpretación, más teoría si se quiere decir de esa manera. Al ver simple Wittgenstein lo llama «ver continuo» de un aspecto mientras que al caer en la cuenta de un aspecto nuevo lo llama el «fulgurar» de un aspecto. ¿Cómo es que vemos fulgurar de pronto un nuevo aspecto?
Pienso que nuestras percepciones dependen de nuestro pensamiento, lo cual implica que dependen de nuestro modo de describirlas. Hay, pues, algún sentido en el que puede afirmarse que nuestras percepciones están efectivamente “cargadas de teoría”. Es nuestro modo de pensar, fruto de condiciones sociales, políticas, históricas, culturales, emotivas, ideológicas[1] el responsable de nuestras percepciones. Y dado que el pensamiento es dependiente de nuestro lenguaje, será éste el que determine en buena medida nuestra percepción de la realidad. En el famoso ejemplo de la cabeza de pato-conejo de Jastrow, sin que la tinta cambie, se puede ver de pronto la cabeza de un pato y de pronto la de un conejo.
Esto, sin embargo, sería imposible sin que se hubiera tenido antes la noción tanto de pato como de conejo. “Puede que me hubiera sido mostrada la figura, y que yo nunca hubiera visto en ella otra cosa que un conejo”
Joyce escribió pocos libros -igual que Wittgenstein en vida-, los primeros libros del escritor irlandés tenían un tinte biográfico si se quiere, al tiempo que revisaba su obra Dublineses, fue escribiendo el “retrato del artista adolecente” visión naturalista de su Irlanda natal y de sus primeros anos de vida, era como un escrito de aventuras, pero al ir descubriendo la poetica de las epifanías, su estilo narrativo fue cambiando poco a poco. Un ejemplo de estas epifanías la encontramos en la novela corta “los muertos” incluida en la colección dublineses, cuando Gabriel, contemplando a su esposa que sollozando se va quedando dormida, encuentra el amor y trasciende a los muertos y a los vivos, en esa relación entre nieve y muerte, mientras la nieve cae sobre toda Irlanda, el protagonista, encuentra la verdadera esencia de su cavilaciones, y por tanto comprende lo vacuo de la existencia, y lo inconmensurable de los sentimientos. Para San Agustín, la epifanía es la representación de Dios en el ser humano para llegar a una conclusión divina. Joyce interpreta la epifanía como la súbita manifestación espiritual que puede revelarse por medio del lenguaje, un gesto o una frase memorable de la propia mente, es decir, una revelación de la realidad interna de una experiencia acompañada de un sentimiento de jubilo o tristeza tal y como se da en la experiencia mística; es la revelación de un misterio de manera imprevista, el detalle trivial convertido en símbolo prodigioso, lo mas delicado y evanescente de un momento importante. Tal como nos lo dice Wittgenstein:”…algunos cambios cambian la actitud. Decimos: la cosa entera ha cambiado”
Ese momento místico, es lo que debemos buscar en lo que es la estética, un click, un decir eso, “ahora lo tengo”. Es pues, algo vivencial y existencial al mismo tiempo.
“El poeta es la persona que, en un momento de gracia, descubre el alma profunda de las cosas; no solo, es quien, una vez postulada el alma, la puede llevara a la existencia gracias a la palabra poética. La epifanía, pues, es, una manera de descubrir lo real y al mismo tiempo una manera de definirlo a través del discurso”
Entre el Stephen Hero y la redacción final del Portrait pasan unos diez anos, en medio se coloca la experiencia de los Dubliners. Ahora bien, cada cuento de esta colección se presenta en el fondo, como una vasta epifania o, de todos modos, como la disposición de acontecimientos que tienden a resolverse en una experiencia epifanica. Sin embargo, no se trata ya de una anotación rápida y pasajera, una relación csai estenográfica de experiencia vivida. Aquí el hecho real, la experiencia emotiva se aísla, y se monta mediante una inteligente estrategia de medios narrativos, situados en el punto culminante de la narración, donde se convierten en clímax, resumen y juicio de la situación. Por eso, las epifanías de Dubliners resultan ser momentos clave, momentos símbolo de una situación determinada. Aunque surjan en un contexto de indicaciones realistas, y no constituyan sino hechos o frases normales y corrientes, adquieren un emblema moral, de denuncia de un cierto vacio o inutilidad de la existencia. La visión del viejo sacerdote muerto en el primer cuento, la fatuidad sordida de Corley con su sonrisa de triunfo mientras ensena la moneda en Two Gallants, el llanto final de Chandler en A Little Cloud, la soledad de Duffy de A Painful Case, todo ellos momentos rapidísimos que se convierten en metáfora de una situación moral en virtud de un acento puesto insensiblemente en ellos por el narrador. Y esto es lo que nos menciona Wittgenstein en su obra, sea en su primera etapa la del tractatus,o en la segunda, la de las investigaciones: La esencia de lo artístico consiste básicamente en la adopción de un punto de vista contemplativo, de una mirada y actitud moral hacia el mundo. Esta parece ser la razón por la que, según Wittgenstein, el arte ayuda a que la vida sea más llevadera, a que merezca la pena: «lo hermoso es lo que hace feliz».
Joyce llego a su propia concepción estética por el camino de la teología, logro aplicar las categorías religiosas enseñadas por los jesuitas y las transformo para crear su propio credo poético. Las influencias de Aristóteles y de Tomas de Aquino son mostradas en su obra para crear toda su esfera moral, ética, psicológica y poética. Es claro que la poética epifanica de Joyce es un hecho místico, que materializa a su vez un cambio de visión. En el Tractatus Lógico Philosphicus, Wittgenstein lo expresa de esta manera:
Sí la voluntad, buena o mala, cambia el mundo, sólo puede cambiar los límites del mundo, no los hechos. No aquello que puede expresarse con el lenguaje.
En resumen, de este modo el mundo se convierte, completamente, en otro. Debe, por así decirlo, crecer o decrecer como un todo.
El mundo de los felices es distinto del mundo de los infelices.
Como vimos en el ejemplo de la obra “Los muertos” de James Joyce, para Gabriel, el protagonista, el mundo de los muertos podría ser el mundo de los felices, no el mundo de infelicidad de los vivos, y la voluntad de Gabriel, no cambio el mundo de lo expresable por el lenguaje, todos sus sentimientos por su esposa Greta, fueron totalmente inexpresables. Es la mística de la obra de arte y de la interpretación humana.
Como menciona Umberto Ecco:
No se trata, a la postre, de un revelarse de la cosa en su esencia objetiva(quidditas), sino una revelación del valor de cosa en ese momento y para nosotros: ese valor, conferido en ese momento, es el que hace efectivamente la cosa. La epifanía otorga a la cosa un valor que no tenía antes de encontrarse con la mirada del artista. Bajo ese aspecto, la doctrina de las epifanías y de la radiance se encuentra en nítida oposición a la doctrina tomista de la claritas…
En Aristóteles una catarsis provocada en el espectador, Santo Tomas un rendirse al objeto y a su esplendor, en Joyce un desarraigar el objeto de su contexto habitual, un sujetarlo a nuevas condiciones y conferirle nuevo esplendor y valor por gracia de visión creadora, y en Wittgenstein un Sehen, un fulgurar, una distinción entre el ver continuo y el fulgurar de un aspecto. Esta visión diferente de los aspectos es lo que nos podría llevar a una diferencia en la observación de un objeto estético:
La solución que propone Joyce para distinguir la experiencia estética propiamente dicha de la ordinaria, es esta: la segunda actividad de la aprehensión supone una tercer, la de la satisfacción en la que el proceso perceptivo se calma y se completa; ahora bien, la validez estética de lo contemplado se mide por la intensidad de esta satisfacción y su duración. Con esto, se acerca una vez mas a la posición tomista por la cual el objeto hermoso seria aquel in cujus aspecto seu cognitione quietetur appetitus, y al plenitud de la percepción estética consistiría en una especie de pax, de satisfacción contemplativa. Pero esta pax puede identificarse fácilmente con el concepto de éxtasis estético en el que Joyce resuelve en el Paris Notebook, la noción aristotélica de catarsis.
Y esta experiencia estética, que es una especie de quietud podría caer dentro de lo místico, dentro de la visión witgensteniana.
La esencia de lo artístico consiste básicamente en la adopción de un punto de vista contemplativo, de una mirada y actitud moral hacia el mundo. Esta parece ser la razón por la que, según Wittgenstein, el arte ayuda a que la vida sea más llevadera, a que merezca la pena: «lo hermoso es lo que hace feliz».
Si no es de lo bello de un objeto físico determinado por los limites del mundo, de la experiencia sensible, llamese razón pura en Kant, o espacio lógico en Wittgenstein, de que hablamos en estética? Una de las posibilidades seguidas, después de la crisis y muerte del concepto metafísico de belleza, es determinar como objeto la "experiencia estética".
En Wittgenstein hay una clara diferenciación entre la obra de arte, el hablar sobre ella (a veces llamada crítica de arte, a veces estética) y el hablar sobre el discurso sobre el arte (a veces estética, a veces filosofía de la estética, a veces metaestética). En este orden de niveles de discursos "la estética de Wittgenstein" (esto es: el conjunto de sus reflexiones: Sobre el tema) es del tercer orden, no es un hablar sobre el arte sino sobre los discursos que se refieren a ese objeto tan poco claro y definido llamado arte.
¿De qué hablamos, pues, en el discurso estético?, esto es, ¿de qué trata realmente según Wittgenstein el discurso estético mediante el discurso inmediato sobre un objeto, sea el arte o lo que sea? La respuesta más inmediata, más literal, sería contestar que se está hablando de lo místico, de algo que está más allá de la lógica y que coincide substancialmente con lo ético. “La obra de arte es el objeto visto sub specie aeternitatis; y la buena vida es el mundo visto sub specie aeternitatis. No otra cosa es la conexión entre arte y ética”.
“En arte es difícil decir algo que sea tan bueno, como no decir nada”
El arte es la obra de arte, la estética es el hablar sobre el arte, y la filosofía es el hablar sobre el hablar sobre el arte. El arte seria una práctica; la estética, un lenguaje-objeto sobre esa práctica; y la filosofía, un metalenguaje sobre ese lenguaje. La estética intentaría describir y explicar el arte; y la filosofía, analizar y criticar ese lenguaje sobre el arte en vistas a su sentido, significado y verdad.
Y esto es parecido a lo que intenta Joyce, hablar sobre el lenguaje, sobre el arte, y sobre las palabras sobre las que habla sobre el lenguaje y el arte, y Wittgenstein nos muestra el camino, como a la mosca la salida de la botella.
Bibliografía
Eco, U. (1998). Las poeticas de Joyce. Barcelona: Lumen.
Reguera, I. (202). Ludwig Wittgenstein, un ensayo a su costa. Madrid: EDAF.
Wittgenstein, L. (1992). Diario Filosofico. Barcelona: Paidos.
Wittgenstein, L. (1988). Investigaciones Filosoficas. Barcelona: Critica.
Wittgenstein, L. (1992). Lecciones y convesaciones sobre estetica, psicologia y creencia religiosa. Barcelona: Paidos.
Wittgenstein, L. (1995). Tractatus logico-philosophicus. Buenos Aires: Tauro.
[1] Gadamer no habla también de esto en la constitución de sentido, por la que construimos todos nuestros credos y percepciones, aprendemos a valorar las cosas de acuerdo a las creencias aprendidas en nuestro medio.
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